La mayoría de las veces, especialmente en las situaciones más
difíciles, el ser humano, en un intento por sacarle provecho a su angustia,
tiende a definirse entre un sí o un no, entre blanco y negro, o todo o nada. Es
un paso audaz, sin duda alguna. Pero no por audaz, termina en lo mejor. De
hecho, la historia de la humanidad está plagada de ejemplos que así lo
demuestran. Quizás, porque, al final, se ha olvidado un detalle valioso: la
importancia de saber identificar alternativas sustitutivas.
La actitud y conductas terminales, el todo o el nada,
tiende a generar heridas; inconformidades; resentimientos. En tanto que el
aprovechamiento de las alternativas sustitutivas, guste o no aceptarlo, abre
espacios, oportunidades para la cesión, para la disputa racional e inteligente.
Inclusive, para la flexibilidad; la administración gallarda de la victoria; el
reconocimiento honroso de las derrotas; el no culto al morbo propio de la
sangre ajena. Mejor dicho, el respeto al contendiente o contrincante; no el
festín alrededor del dolor de quien se sabe perdedor.
Sin duda alguna, estas situaciones de drásticas definiciones
terminan siendo dramáticas. Irremediablemente, además, traen
consecuencias severas: odios y venganzas. Más si las diferencias que se dan y
pasan a formar parte de los distanciamientos más drásticos, son entre familias,
amigos, o connacionales. Imposible, entonces, que el resultado final no sea
siempre muy doloroso.
Venezuela es hoy campo franco para la discrepancia. Y se da y
plantea entre tres grandes bloques: un Gobierno monopartidista que, de
repente, se ha convertido en una estructura bicéfala en la que, como hecho
curioso, existe una población que dice ser chavista pero que no quiere ser
chavista; una serie de organizaciones partidistas alineadas en el
Movimiento de Unidad Democrática (MUD) y un tercero mayoritario, principalmente
independiente, y que se le identifica como la Sociedad Civil.
Los dos primeros pregonan y tratan de convencer que sus acciones
y todas sus razones van dirigidas a garantizar la calidad de vida de la
ciudadanía, incluyendo a los componentes de la Sociedad Civil en general; esa
misma que sufre terriblemente por la abundancia de desaciertos, de una mala
conducción, una nada transparente administración y el aprovechamiento de cargos
o del control del poder como pasto fresco para la práctica de la cleptocracia
Por supuesto, son tales grupos los que insisten en sacarle
provecho a su oficio, aunque sin lograrlo. De hecho, ninguno de ellos goza del
visto bueno ni goza del favoritismo de esa gran Sociedad Civil. Han perdido la
credibilidad y confianza de esos Ciudadanos que conforman el 70% y, si no más,
de la población electoral. Ellos no tienen el control de las armas;
tampoco del poder de fuerza de choque de que sí gozan las instituciones
que hacen posible el Gobierno o la gobernabilidad. Y, mucho menos, del
respaldo de la organización político partidista del segundo grupo.
¿Qué se han planteado estos dos grupos?. Los primeros, desde
luego, retener el poder a toda costa, de la manera que sea. Los segundos, desde
luego, hacerse del poder en los mismos términos que los otros. Y, al
unísono, en su disputa, ambos se han olvidado que el mandante es la
Sociedad Civil; la mayoría independiente detrás de la cual se anda y anda, sin
calibrar sus motivos y razones para insistir en su autonomía, su independencia,
en la práctica de sus libertades para alcanzar sus objetivos.
Es evidente, son dos solitarios convergentes en sus propósitos,
que son los mismos, aunque usen vestimentas diferentes. Siendo así, desde
luego, ninguno de los dos logrará solucionar el gravísimo problema social que
sufre el remanente de los más de treinta millones de ciudadanos que, alguna
vez, siguió y soñó con la conversión en aciertos de las propuestas de las
autodenominadas fuerzas políticopartidistas.
De hecho, para hacerlo posible, tendrían que trabajar -y mucho-
tanto como para sacar a Venezuela del santuario de todos los índices económicos
y sociales que describen a nivel mundial al país de hoy: la nación
solitaria en los últimos lugares por mala alimentación y desnutrición, miseria, seguridad y pobreza, productividad, libertad,
institucionalidad, entre otros. Y todo, desde luego, a la vez que
sus autoridades hablan de ser un país potencia, duplicar la producción de
petróleo, disponer de recursos materiales y humanos para la competencia
continental.
¿Qué hacer con y ante el país si esas siguen siendo las
alternativas grupales que, con seguridad y voz autorizada, insisten en ofrecer
soluciones siendo minorías?. Formato del Futuro…lo ha dicho,
argumentado, demostrado y planteado: el país no depende del acto atrevidamente
irracional de golpes de suerte. Porque soluciones existen. Pero no concebidas
como actos milagrosos para la capitalización del hecho. Sí, por el contrario,
apelando a los dos elementos ideales para avanzar: la existencia de una
Constitución que contempla recursos apropiados para trabajar con base en la
disposición de la ventaja racional de la norma; también la actitud decidida de
una sociedad que reclama el derecho a ser consultada para que, a partir
de dicha consulta, se produzca la respuesta orientadora.
En atención a dichas opciones, más que por hecho oportuno, se
convierte en obligación citar que, en reunión conjunta, la Alianza Nacional
(ANCO) le propuso a la Asociación Nacional de Rectores Universitarios (AVERU) y
a la Conferencia Episcopal Venezolana, con carácter de urgencia, realizar una
consulta al Soberano que permita trazar metas y objetivos, en lugar de celebrar
unas elecciones ilegítimas, apresuradas y entre gallos y media noche,
además de fraudulentamente parcializadas.
Es una seria y bien argumentada propuesta dirigida a construir
una verdadera solución a la multiplicidad de crisis que agobia a la
Nación. Una solución que, por supuesto, no está en dialogar entre partes que no
representan más que sus propios intereses; tampoco en conversar a puertas
cerradas, fuera del territorio nacional, y configurar un espectáculo al
servicio de un Gobierno que agotó sus posibilidades de apelar a maniobras políticas
y que, por lo tanto, sabía de antemano que a Dominicana se estaba viajando a
sembrar sueños, esperanzas y frustraciones en el mismo saco.
¿Alguien que le hizo seguimiento a dichos encuentros, por
ejemplo, escuchó que alguna vez se citó allí detallada y descriptivamente la
recurrencia coherente a las opciones que ofrecía la vigente Constitución
del país para encontrar el camino necesario?. Bastaba con identificar como
vocera gubernamental a la señora que fue escogida para conformar y dirigir a un
grupo de activistas al servicio gubernamental, para intuir cuál sería el
final de todo. Pudiera haber sido ignorado tierra adentro, en la Venezuela del
sufrimiento, pero no fuera de Dominicana, en el resto del mundo.
Quizás se le puede calificar de lento, engorroso e
inconveniente. Pero quien se autodenomine demócrata, dentro y fuera del país,
no puede pensar distinto: la solución definitiva sólo puede nacer, crecer
y convertirse en hecho concreto si se recurre a lo que se necesita. Y eso se
trata de consultar al pueblo directamente. ¿ Consultar qué ?. Por supuesto,
¿quién, cómo y cuándo quieren los ciudadanos que se gobierne al país?.
Entonces, al pueblo, a la ciudadanía, que conforma la mayoría absoluta de la
población, es a quién se le debe preguntar qué desea que se haga.
De lo que se trata es que quienes no tienen aspiraciones de
gobernar, pero sí de asegurarse de quién o de quiénes son los llamados a
hacerlo, deben ser los electos para que lo hagan, y que lo haga bien. En
cumplimiento de reglas claras y justas; en obediencia al contenido de proyectos
reales y futuristas; con apego a garantías de desarrollo; que rindan cuentas
sin permitir desviaciones. En otras palabras, que sean verdaderos servidores, y
no cultivadores de espacios de poder para el usufructo del poder en su
conjunto. En fin, que cumplan con la Constitución y sin convertir las
instituciones públicas en feudos para la felonía y el revanchismo.
Ecuador, ese bello país situado en el centro de la Tierra en el
Continente Sur Americano, acaba de darle un gran ejemplo al mundo. Y lo hizo
aun siendo una nación enfrascada en una gran disputa nacional por motivos
ideológicos, por cierto, parecida a la de Venezuela, aunque no tan
dramática y ruin. 0ptó por hacer una gran Consulta Nacional de 7 preguntas a su pueblo, y éste respondió dejando claro cuál es
su decisión de cómo gobernar el país, y a partir de qué tipo de
condiciones. De esa manera, se terminó con el odio y las disputas, con
las diferencias. Y se pronunció con base en reglas claras y el aporte de una
institución electoral que garantizaba el proceso, su desarrollo y sus
resultados. En pocas palabras, se pronunció sobre lo que quería y creía que
debía suceder con su país, con su Patria.
En Venezuela, donde nadie puede negarse a admitir que existen
dos grupos identificados como Chavistas y Opositores, tampoco puede rechazarse,
que seguirán aquí y que se trata de venezolanos hijos de una misma Patria. De
manera que para no dejar ni crear más resentimientos y odios inútiles, eso es
lo que se tiene que hacer: una gran consulta nacional. Pero siempre
asistidos por un equipo u organización electoral, imparcial e independiente
políticamente. Asimismo, con la participación de los organismos
multinacionales, para garantizar pulcritud en la consulta y sus resultados.
En el país, ya se produjo el 16/7/2017 una gran consulta
nacional e internacional. En tan sólo 10 días, quedó demostrado que sí es
posible hacerlo. Al proceso, concurrieron casi 8 millones de ciudadanos, y no
participó una mayor cantidad por lo corto del tiempo permitido para sufragar y
por el limitado número de puntos de votación. Pero, además, votaron los
venezolanos en el mundo entero y fue un acto elogiado por todas las naciones
democráticas. Fue identificado como un importante ejemplo cívico, donde el
conteo y escrutinio electoral lo realizó pulcramente la misma sociedad civil
con el apoyo y participación de las Universidades nacionales.
Lamentablemente, la Asamblea Nacional no le dio
cumplimiento al mandato del pueblo, quedando en deuda con el mismo. Se
desentendió de él. Y eso obliga a evitar que se incurra en el mismo error; a
convertir en imperativo una nueva oportunidad, a la que también se
debe convocar a los organismos internacionales y la Sociedad Civil, para que,
una vez más, sean los garantes de los resultados y de su cabal
cumplimiento.
El producto de una elección ilegítima y apresurada, como está
planteado actualmente, y sea cual sea el resultado, no hará otra cosa que
incrementar el odio y los conflictos en Venezuela. Pero, además,
terminaría arrastrando a los tres grandes grupos de electores a una
eventual conflagración. Sin duda alguna, si de ganar-ganar se trata, la única
salida es, y seguirá siendo, que todos los factores democráticos de la Sociedad
Civil organicen una gran consulta nacional que restablezca el rumbo nacional.
Egildo Luján Nava
Coordinador Nacional de Independientes Por el Progreso
(IPP)