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jueves, 14 de mayo de 2015

Venezuela, República Federal (IV)

Por Luis Manuel Aguana

Hace un tiempo atrás escribí una nota que titulé “La Institucionalidad: ¿Cómo se come eso?” (ver http://ticsddhh.blogspot.com/2012/01/la-institucionalidad-como-se-come-eso.html) donde expresaba lo difícil que era comunicar constructos complejos a la mayoría de la población; y que por el deplorable estado de la educación venezolana no solo difícilmente lee bien sino que además ha sido sometida a una suerte de lavado cerebral, a través de mensajes ideologizantes atiborrados de odio todos los días por el sistema de medios masivos del Estado.

Indicaba que en el caso de la institucionalidad la cosa era muy difícil ya que no es solo decir que hay que rescatarla, sino explicar que sin ella no se puede llegar a tener aquellas cosas que el común de la gente si comprende, porque es lo que más tiene cerca como problemas de vida, traducido en las necesidades tangibles que tiene y con las cuales juega la dirigencia política tradicional cuando buscan los votos.

Y si explicar que hay primero que rescatar la institucionalidad como requisito fundamental para conseguir poner a funcionar las cosas más sencillas del país, imagínense lo que significa explicar que además de eso, es necesario el cambio del sistema político que tenemos y del cual han vivido-y todavía viven- como sanguijuelas muchísimas generaciones políticas desde tiempos inmemoriales, y salir vivo del intento.

Y el cambio del sistema político pasa por establecer un nuevo sistema de reglas sobre cómo organizar la institucionalidad, porque no basta reconstruir una institución para que esta funcione si su existencia se desarrolla en un ambiente tóxico que la vuelve a deformar. Para muestra un botón: de que sirve poseer una excelente institución municipal si esta no es lo suficientemente autónoma para darle calidad de vida a los  habitantes de su jurisdicción, porque el sistema político en el cual se desenvuelve, establecida en el ordenamiento jurídico y constitucional, no se lo permite.

¿Qué sentido tiene elegir Alcaldes y Gobernadores si constitucionalmente los recursos que requieren para sus gobiernos locales no dependen de ellos sino de las prioridades que asigne el partido de gobierno de turno? ¿Qué sentido tiene que un oficial trabaje para mejorar su institución militar si al final de quien depende su ascenso y su calidad de vida no es de la institución que lo vio desarrollarse profesionalmente sino de la genuflexión ante el Presidente por el motivo político que sea? ¿Qué sentido tendría establecer de una vez por todas, una carrera judicial para los jueces sin la garantía que quienes lleguen a ocupar las más altas posiciones no sean objeto de negociaciones políticas, sujetos a llamadas telefónicas para cambiar decisiones en un Tribunal Supremo?

Y así sucesivamente se podrían citar innumerables ejemplos. Visto así, no solo tenemos el problema de la reconstrucción institucional sino el de la reconstrucción de algo sumamente más profundo y más estructural, que necesita ser comprendido a cabalidad en todos los niveles de la sociedad venezolana. A eso es lo que llamamos la reconstrucción del sistema político.

¿Y cómo se entiende eso? Nuestra propuesta fundamental y primer objetivo a conseguir en el Proyecto País Venezuela es desmontar la actual forma centralizada del Estado, estableciendo un Estado Federal Descentralizado en una nueva Constitución, y redefiniendo las instituciones dentro de esa nueva forma descentralizada de concebir la República (ver  http://proyectopaisviaconstituyente.blogspot.com/). Y vaya que esto ha sido difícil de explicar.

Algunos se preguntan en qué les beneficiaría tener ese nuevo sistema. Para responder eso, hagamos un ejercicio de imaginación política con un ejemplo de actualidad. Con el presente sistema, la actuación de los partidos políticos en las elecciones parlamentarias se centra en conseguir en cada Estado la mejor figuración electoral posible frente al resto de los adversarios políticos traducida en mas parlamentarios, que sumados todos a nivel nacional puedan ser fuerza suficiente para imponerse en el parlamento. Una vez allí, los Diputados electos de todos los Estados por el partido en cuestión, trabajan en bloque, a la marcación del partido, no del Estado que les dio su respaldo.

La lealtad entonces de esos Diputados no es para con los electores de su región, sino para con el partido que los puso allí para seguir “líneas” y negociar su voto en bloque  con las otras fracciones en función de los intereses que se manejen en un momento determinado. Esta situación no es nueva, es la forma en la cual operan los partidos de acuerdo al sistema político que tenemos en la actualidad. Por supuesto en cada región, los posibles candidatos se pelean a muerte por los puestos salidores y prometen cosas que no están al alcance de cumplir con tal de ser electos.

En un sistema Federal Descentralizado, las regiones serían autónomas y poseerían en un  Congreso Nacional una representación que deviene de su condición de región y otra en su condición de jurisdicción con habitantes. Se elegirían en el Estado los Diputados y Senadores, con las reglas que se hayan  establecido en su Constitución Regional, con sus propias instituciones electorales regionales, producto de una Constituyente Regional. Los partidos allí se matarían, ya no por elegir a quienes representen al partido de esa región particular sino para elegir dentro del Estado a quienes representarán a los habitantes de su región ante el Congreso Nacional. Diferente ¿verdad?

En ese estado de cosas, las personas que irían como representantes-Senadores y Diputados- del Congreso por un Estado, serían de diferentes partidos- nacionales y regionales- que se midieron en una región y que ya no irían a la capital en calidad de representantes de un partido sino de los ciudadanos de una región. Bajo ese nuevo sistema político, los partidos tendrían que organizarse de una manera diferente y con unos objetivos diferentes, más cónsonos con los intereses de los ciudadanos.

Al existir autonomía regional, cada Estado Federal defendería no solo el interés de su región como parte de un concierto de Estados Federales, sino tendría la responsabilidad de aportar al común una parte del producto de su trabajo y del desarrollo de su potencialidad regional. Eso implicaría un cambio radical en la institucionalidad del país, tanto del Estado regional como del Estado Federal. Ni decir que de ese desarrollo regional vivirían los habitantes de cada región de acuerdo con las propias potencialidades.

En ese nuevo estado de cosas, el movimiento de los factores de la producción (capital,  trabajo, conocimiento) se desplazaría de acuerdo a los polos de desarrollo regional y no sería más Caracas el centro desde el cual se “repartan” los beneficios. De la misma manera los factores políticos tendrían que buscar como acomodarse a esa nueva situación, haciendo realidad la descentralización del poder de acuerdo a ese nuevo sistema político.

Pero como ya indiqué, esto es solo un ejercicio de imaginación política. Imaginen todo lo que podríamos hacer si lo hacemos realidad, convirtiendo a Venezuela en una República Federal. Tenemos como ciudadanos el poder de hacerlo en una Asamblea Nacional Constituyente.

Caracas, 14 de Mayo de 2015

Twitter:@laguana

miércoles, 21 de mayo de 2014

Federalismo del Siglo XXI



Por Luis Manuel Aguana

“Esta palabra “cargada de tantas resonancias emocionales” no es más que un fetiche. Solo la ignorancia de su historia y de su contenido le puede rendir tributo. Sin embargo el poderoso fetiche, sobrevive como una momia entre los vivos, en las fórmulas sacramentales del ceremonial Republicano. Las provincias venezolanas, no son más que ficciones de división político-territorial, y no realidades geopolíticas o socio-históricas como aquellas que han formado Estados federales, se llaman en nuestra constitución “Estados” y “entidades federales.” (1).

Así se expresaba Jorge Olavarría en relación al Estado Federal. No es posible continuar una discusión como la que hemos comenzado en relación al cambio constitucional propuesto en el Proyecto País Venezuela (ver https://docs.google.com/file/d/0B6yI0gUROWzDR29KUFBDQ0JPa2c/edit?pli=1) sin entrar a discutir este importante aspecto de nuestra historia republicana.

¿Es posible un Estado Federal, de las características planteadas en el Proyecto País, en la Venezuela de hoy? Algunos se preguntarán porque saco este tema que aparentemente no viene a lugar dentro de la discusión Constituyente. Pero en realidad es muy pertinente porque lo federal está en la partida de nacimiento de este país.

“El 21 de Diciembre de 1811 se aprobó la primera Constitución del mundo hispánico, y la primera que adopta la forma Federal del Estado” (2). Esa fue nuestra primera Constitución.  Olavarría fundamenta que esta destruyó la cohesión existente de la estructura de 4 poderes del gobierno colonial que había regido hasta ese entonces: 1.- El Capitán General; 2.- El Intendente y Real Consulado; 3.- La Audiencia; y 4.- El Ayuntamiento. De acuerdo a su historia, esta estructura no fue reemplazada por nada mejor, arrojando “las fuerzas sociales de la división de castas y razas, hasta ese momento tranquilas, pero potencialmente hostiles a la más cruel y violenta confrontación racial y clasista de nuestra historia….Y la Republica destruyó el Ayuntamiento, cambiándolo por provincias federales. La guerra arrasó con todo y de ella emergió una República Independiente que tuvo que construir su orden prácticamente de la nada” (3).

El mismo Libertador hizo duras críticas a la forma federal del Estado de la Constitución de 1811 en el Manifiesto de Cartagena del 15 de Diciembre de 1812, y a la cual atribuye la caída de la Primera República, entre otras razones por la discusión en torno a la subdivisión del país, en especial la Provincia de Caracas, que generó rivalidades y ambiciones de poder.

Pero lo central de la obra de Olavarría lo resume el siguiente párrafo: “Es mi firme convicción, que la mutación de esta pugna, del binomio gobierno-municipio (real y cierto) al binomio centralismo-federalismo (ficticio y artificial) va a ser la causa principal de que nuestras Repúblicas hayan estado siglo y medio persiguiendo el espejismo inalcanzable de las autonomías regionales, mediante la creación de ficciones estadales regionales que ciertamente nunca existieron en el pasado colonial, pero tampoco existieron en el presente republicano, cuando fueron decretados como meras elucubraciones de la alucinación del ejemplo del norte. Podemos subrayar, enfatizar y hasta exagerar las diferencias de los distintos componentes provinciales de la Capitanía General de Venezuela “agregada” en un todo homogéneo en 1777. Pero jamás llegaremos a los extremos de diferenciación que si tenían entre sí las trece colonias inglesas de norteamérica, las cuales si podían reclamar características de Estados soberanos, que por lo demás se justificaban por lo inmenso del territorio y lo primitivo de las comunicaciones de su tiempo” (4).

Nuestros fundadores, comenzando por Francisco de Miranda, vieron en el modelo norteamericano una salida a nuestra realidad, dada la fuerte autonomía de las provincias, sin embargo no previeron el caos que se originaria de la transición de un viejo a un nuevo modelo de Estado y toda la complejidad que eso conllevaría.

Solamente la división político territorial de la Provincia de Caracas, la mayor en población, y cuya extensión poca gente de ahora conoce, da una idea de la complejidad del problema de la división político-territorial de ese entonces: “Caracas era la más poblada de las provincias de Venezuela y su territorio solo seguía en extensión al de Guayana. Sus límites abarcaban desde el Morro de Barcelona; desde allí por la costa hasta donde más o menos está hoy Tucacas, y de allí hacia el sur-oeste por toda la Sierra de Aroa, hasta la Sierra de Siruma que la separaba de Coro y Maracaibo. Caracas encerraba dentro de su territorio ciudades como Valencia, Puerto Cabello, Barquisimeto, Carora, El Tocuyo, San Carlos, Calabozo, La Victoria, Villa de Cura, San Sebastián, y Barlovento. Es decir, todo lo que hoy son los Estados centro-occidentales y por el sur, todos los llanos del norte del Apure y el Orinoco que eran su límite, hasta la confluencia del río Zuata” (5).

Aunado a lo anterior, algunas provincias como Barcelona que se separó de Cumaná (que incluía a Sucre, Monagas y el Delta) presentaban disputas de territorio en medio de esa división. Con todo esto tuvo que lidiar el Congreso de 1811, además del comienzo de la guerra por la Independencia.

El país pasó por la guerra y se asentaron las regiones. Pero nunca se cumplió la promesa federal de desarrollo territorial. Se generaron los caciques regionales y el país se dividió, quedando esa ilusión de federación, profundizada por pleitos de caudillos regionales, muchos de ellos jefes independentistas, que llevaron luego al país a una nueva guerra, esta vez Federal. Muy posteriormente Juan Vicente Gomez pone orden y reunifica al país acabando con esos caudillos regionales, centralizando de una vez por todas el desorden histórico. Por eso es que muchos autores como Olavarría indicaban que la federación en Venezuela ha sido un fetiche ilusorio que hemos reclamado, y que ha provocado muchos muertos en nuestra historia republicana.

Visto esto, ¿sobre qué bases podríamos nosotros pretender darle peso político a las regiones sin que se abra una vez más la Caja de Pandora del caudillismo y la violencia?

En primer lugar, mucha de la convicción sobre la cual se fundamentó el federalismo de 1811 estaba muy adelantada a su tiempo. Nadie podía decir que eso funcionara con tan poca experiencia que demostrar. Incluso el mismo Bolívar decía en el Manifiesto de Cartagena de 1812, que el federalismo era un “sistema improbado como débil e ineficaz desde entonces por todo el mundo sensato…”. En un mundo sin comunicaciones, en territorios sin arraigo y con disputas como los nuestros era previsible que una experiencia así fracasara EN ESE TIEMPO HISTÓRICO.

Pero no fracaso en la Norteamérica de ese tiempo. Tal vez por las razones que aduce Olavarría pero también porque la herencia inglesa de hacer las cosas con orden y meticulosidad no son solo de este tiempo. Aquellos que hemos trabajado con anglosajones sabemos de su rigurosidad en el cumplimiento de los acuerdos, con lo cual la negociación y posterior cumplimiento de un Pacto Federal para ellos no representaba mayor problema, más aun si las distancias eran enormes. Pero en el caso de Venezuela la cosa es diferente. Si hoy aquí hacer que alguien cumpla algo es difícil, imagínense en la Venezuela de 1811.

Mucho ha pasado en el mundo desde ese tiempo, incluso desde que Olavarría publicó su libro (1988). Un mundo completamente conectado y a los ojos de todos donde no existen las distancias federales de 1811. La experiencia descentralizadora en Venezuela fue exitosa a partir de 1989. Sin embargo fue chucuta porque nunca se le entregaron las debidas competencias a los Estados, ni siquiera en “los términos consagrados” en la Constitución de 1961. El país reclamaba y reclama un desarrollo regional que su dirigencia fue incapaz de comprender, limitando los recursos y el desarrollo de todo el territorio de acuerdo a esa vieja aspiración histórica.

El discurso Ambrosio Oropeza-uno de los redactores de la Constitución de 1961-, del 25 de junio de 1960 citado por Olavarría (6) en el sentido de que en Venezuela nunca “pudo hablarse de una verdadera federación por la razón muy simple de que no han existido en ningún tiempo verdaderos Estados o Provincias con autonomía originaria que en virtud de un Pacto o compromiso convienen en renunciar a determinadas prerrogativas o derechos en beneficio de un poder superior o nacional, realizándose en tal forma el supuesto federal, que es la coexistencia en un mismo ámbito territorial y humano de dos soberanías: la que se integra en el Estado o Gobierno Federal con jurisdicción en todo el territorio y sus habitantes por renuncia de una parte de sus facultades de los Estados Miembros y la que estos se reservan para ser ejercitada autonómicamente en un espacio más limitado y sobre las personas que lo habitan…”, es rigurosamente cierto. Nunca se llegó a dar tal Pacto Federal de regiones autónomas.

Al centralizarse Venezuela a principios del siglo pasado, se sacrifico la autonomía- económica y política- de las regiones, por la paz en beneficio de todos. Las Constituciones regionales fueron letra muerta. Y eso funcionó muy bien mientras a los venezolanos les crecían los pantalones, en educación, salud y madurez política. ¿Han leído ustedes la Constitución del Estado Miranda? (ver http://web.archive.org/web/20090920135412/http://www.miranda.gov.ve/archivos_pdf/Constitucion.pdf). Eso es lo que hay que modificar en los 24 Estados para que juntos firmen ese Pacto Federal que nunca se ha discutido ni mucho menos realizado como lo indicó Oropeza. Un nuevo proceso Constituyente debe corregir esa situación que lamentablemente no se ha logrado luego de 26 Constituciones. Y la última agravó la deuda. Ya es hora de saldar esa cuenta con la historia.

Contraponemos entonces el Federalismo del Siglo XXI, capitalista y avanzado desde nuestra fundación como Nación, al Socialismo del Siglo XXI comunista y atrasado, que no tiene nada que ver con nosotros e impuesto por extranjeros. Contraponemos el Proyecto País Venezuela Reconciliada para reconstruir a Venezuela, al Plan de la Patria que lo que ha hecho es destruirla. Creo que nuestros próceres de 1811 estuvieron muy adelantados a su tiempo al concebir para Venezuela esa estructura del Estado. Eso no significa que estuvieran equivocados en el qué sino en el cuándo. La segunda década de este nuevo siglo, puede ser, al igual que lo fue la tercera del siglo pasado, el comienzo de la modernidad para Venezuela. 

Caracas, 21 de Mayo de 2014

Twitter:@laguana

(1)       “Dios y Federación”…el fetichismo federal en el pasado, presente y futuro de Venezuela. Jorge Olavarría, Pag. 15,  Ed. Arte, ISBN 980-300-090-X,  Marzo 1988, Caracas-Venezuela
(2)       Ibid pag. 66
(3)       Ibid pag. 30-31
(4)       Ibid pag. 28
(5)       Ibid pag. 20
(6)       Ibid pag. 13

lunes, 12 de mayo de 2014

El país que queremos primero, Constituyente después


Por Luis Manuel Aguana

Todos los días se percata uno de algo nuevo en este complejo Proyecto Constituyente. En este proceso ha habido de todo: detractores de buena fe, indiferentes, defensores pero por las razones equivocadas, detractores maliciosos, voluntaristas, soñadores. Y aunque me podría catalogar como uno de estos últimos no deja de asombrarme todavía que luego de tanta tinta vertida (además de la tinta electrónica), aun las personas a quienes dirigimos el mensaje Constituyente no hayan caído en su significación. Y es culpa nuestra.

Deseo aclarar algo, que las personas no hayan caído no es porque sean “escasos de entendederas”, como decían en los pueblos de antes, sino que no nos hemos sabido explicar cómo se debe. Y paradójicamente caí en eso precisamente por una pregunta que se hacia un representante de aquellos que no están de acuerdo en el proceso Constituyente: “¿Y una Constituyente para qué?”

¡¡¡¿¿¿Cómo que para qué!!!??? pensé yo inmediatamente. ¡Y la pregunta era válida! Todo el mundo habla de Constituyente pero nadie se ha paseado que eso no es más que el INSTRUMENTO, EL MEDIO que se necesita para hacer realidad el Proyecto País Venezuela que le estamos planteando al país. No valdrá absolutamente nada el esfuerzo de explicar una Constituyente SI NO LE EXPLICAMOS AL PAIS PRIMERO PARA QUE QUEREMOS ESA CONSTITUYENTE!

Todo esto salió en el marco de una buena discusión en la Cátedra Pío Tamayo de la UCV. Me gusto el extraordinario intercambio entre quienes estamos a favor y quienes están en contra. De eso se trata. Pero no podemos discutir los términos de una Constituyente SI ANTES NO DISCUTIMOS PRIMERO para que la queremos. Eso es vital.

La queremos para poner en marcha un Proyecto de cambio ESTRUCTURAL del país. Cientos  de horas pérdidas discutiendo si se puede o no se puede hacer una Constituyente, que ha habido 26 constituciones antes de la presente, que lo que tenemos que hacer es modificar la que tenemos “porque entendemos que hay cosas que hay que cambiarle”. ¡NO SE TRATA DE ESO! Se trata de discutir el país que queremos PRIMERO para plasmarlo en una Constitución a la medida de eso DESPUES.

Pero eso es demasiado novedoso para un país que lo que ha hecho es ponerle parches a la Constitución y una que otra mejora desde 1811. Nuestras Cartas Magnas han reflejado un país de un solo poderoso, el Presidente de la Republica, con poderes omnímodos para mandar. Y el resto de los poderes públicos solo son corifeos de un solo Rey. El Estado Federal es solo papel sin valor escrito en una Constitución sin que la Carta Magna no le de a las Regiones el Poder y los Recursos para desarrollarse.

Con la venida del petróleo, se le dio al Estado constitucionalmente su administración, no a los venezolanos. De allí que el Presidente de la República, cual Rey Todopoderoso, constitucionalmente dueño de la Hacienda Pública disponga de nuestras riquezas como le de la gana. ¿Cómo es posible que algún venezolano todavía dude que debemos hacer algo al respecto?

De mi profesión he sacado algo importante para esta discusión: analizar los problemas estructuralmente. Sabemos por “construcción” qué viene primero y qué después. Es la primera clase que recibimos cuando empezamos a saber que es un algoritmo. Y eso lo contrastamos con la vida que nos rodea para modelarla y estudiarla. Lo podemos ver claramente en el proceso de cambiar un caucho espichado. Usted podrá cambiar el caucho antes o después de levantar el carro con el gato, pero nunca podrá sacar el caucho sin antes quitarle las tuercas. Simple lógica secuencial.

Al interesarme en la situación del país y revisar de donde vienen los problemas que nos consumen día a día, resulta obvio que estos se conforman desde hace mucho más tiempo y circunstancias más allá de estos 15 años, pero sí agravados por la crisis de un modelo que llegó a su estado terminal.

Elegir Presidentes que se adueñan del país con sus partidos, poderes públicos subrogados a sus designios (porque la independencia de poderes es una quimera desde siempre en Venezuela), la utilización destructiva de la renta petrolera, cada vez más pobres en el país, nuevos ricos de la nada en cada gobierno, ¿no les parece una constante vital en Venezuela pero que en estos últimos años ha llegado al llegadero con esta nueva clase de langosta que llegó al gobierno? Y de paso importó un modelo decadente de la última dictadura del continente para prevalecer y prevaricar, montándonos una bota militar de otro país en la nuca.

Nos sale obvio entonces detener el carrousel que da vueltas sobre su propio eje destructivo y ver qué es lo que está pasando aquí. Pensar que si este modelo de Estado Federal de Poder Centralizado que ha sido estudiado históricamente, como lo refleja la Carta al Pueblo Venezolano del MID Táchira (ver Carta al Pueblo Venezolano – MID Táchira, Agosto 2013) https://docs.google.com/file/d/0B6yI0gUROWzDNjRxM0t2aGxpQm8/edit?usp=sharing) no funciona, entonces debemos crear otro que se ajuste a las necesidades actuales de la nación.

Es por eso que se propone una nueva conformación del poder, distribuyéndolo a las Regiones y a los Municipios y haciendo reingeniería en ellos, disminuyendo el peso brutal que significa la figura del Presidente de la República, redefiniendo el papel del Estado en el manejo de nuestra riqueza petrolera, descentralizando las responsabilidades en la Administración de Justicia y Educación, solo por citar ejemplos importantes.

Cuando dicen que lo que hay es que “respetar la Constitución” me extraña que no vean que a quien le toca en primer lugar respetarla es al propio gobierno y no existe en ella ningún resorte que garantice ese respeto como la propuesta de la inclusión de una Corte Constitucional (ver Doce Ejes y un Destino: Justicia y Seguridad Jurídica en http://ticsddhh.blogspot.com/2013/07/doce-ejes-y-un-destino-4-justicia-y.html).

Insistir que una Constitución no tiene que ver con nuestra calidad de vida, es no haberse leído el texto constitucional. ¿No afecta nuestra calidad de vida que el Estado disponga de la renta petrolera de todos los venezolanos a través de UNA SOLA PERSONA, el Presidente de la Republica, gran administrador de la Hacienda Pública Nacional? ¿No afecta que el cobro de todos los impuestos no se queden en las regiones y paren en un pote único que igualmente administra la misma única persona?

Es impresionante que alguien diga que no afecta a los ciudadanos el hecho que la justicia este tan centralizada que una persona puede pasarse la vida preso sin que al TSJ le haya dado "tiempo" de juzgar su caso porque todos los casos del país caen en manos de UN solo Magistrado en Caracas.

Es impresionante que alguien dude que una Constitución no afecte el precio y la disponibilidad de los insumos de la cesta básica cuando es ella la que define el sistema económico que nos rige. Si definimos, por ejemplo, que cada región sea libre de establecer sus propios impuestos- e invertirlos en ella generando empleo- creando condiciones de localización industrial, los venezolanos tendríamos 24 regiones que compitan porque los ciudadanos vivan en ellas, descongestionando Caracas, logrando empleos, insumos y a la final una mejor calidad de vida para todos. Pero ese es el sueño de un país distinto para construir.

Ahora bien, si ese es el país en el que yo quiero vivir, y en el que vivan nuestras próximas generaciones, entonces convoco a los mejores juristas para que escriban un proyecto de Constitución que haga que ese sueño sea una realidad y que se someta a la aprobación del pueblo a través de una ANC. No estoy diciendo que quiero una Constituyente para sacar a los chavistas ni destituir al gobierno- que también es una consecuencia-, sino para algo muchísimo más trascendental, que es  REFUNDAR la Republica sobre la base a unas nuevas reglas que no solo reparen este desastre, sino para que se garantice desarrollo con más y mejor democracia.

Obviamente en ese profundo proceso de cambios, no solo los chavistas, sino todos aquellos que han chupado de este sistema de antivalores democráticos, saldrán de la escena. No en balde algunos se oponen con argumentos interesados en que todo siga igual. Yo no quiero- y supongo que todos los venezolanos no queremos-, que todo siga igual.

Sin embargo, la realidad es inquieta y terca. Y aunque queramos que las cosas cambien de una manera ordenada, la fuerza de los hechos siempre se impone. Si el estado de desmoronamiento económico y social en el que se hunde la República impone una ruta diferente antes de lograr hacer realidad la salida Constituyente, esta no hará sino reforzarse más. Es por eso que en cualquier caso necesitaremos reconciliar y reconstruir un país que está condenado a cambiar para sobrevivir…

Caracas, 25 de Septiembre de 2013

Twitter:@laguana