viernes, 2 de octubre de 2015

¿PORQUE UNA CONSTITUYENTE? (VI) COMO ERRADICAR EL POPULISMO POR VIA CONSTITUCIONAL

El populismo, ejercido como práctica de gobierno, es la deformación más dañina que corrompe y mina las estructuras de una democracia auténtica. Las raíces del populismo están ancladas en la pobreza material y política de masas  que son manipuladas impunemente por caudillos improvisados, sin escrúpulos, que venden su alma al diablo con tal de acceder al poder. El populismo solo es posible en sistemas de gobierno donde no existe el equilibrio entre sociedad civil-partidos políticos-Estado. Se engendra desde sociedades civiles con poca cultura política, más acentuada en las clases con pobreza extrema y aquellas de riqueza ostentosa. Estos desequilibrios han sido promovidos históricamente desde estados excesivamente centralizados, en democracias con partidos de masas, con una  interpretación deformada de la alternabilidad democrática y bajo el desconocimiento del papel primordial de una sociedad civil, política y económicamente activada. En el fondo es un problema estructural avalado dentro de constituciones imperfectas, con sociedades civiles sumisas que conducen a distorsionar  la voluntad popular expresada mediante el voto consiente, suplantándolo por un voto forzado basado en  promesas proselitistas. En esos casos las constituciones, irrespetadas y ultrajadas, son utilizadas como  señuelos con ropaje democrático, cuando terminan por socavar el principio de la alternabilidad democrática, implementando la reelección indefinida. Si a esa práctica le añadimos el ventajismo que otorga el poder del estado, se convierte en una perversión, aprovechada por caudillos populistas para tomar el control de todos los poderes del Estado, para desde ahí, imponer su totalitarismo autoritario; tal como sucedió en nuestro país con Hugo Chávez Frías.   

Si observamos  las circunstancias que dieron origen a Chávez y cómo el chavismo ha logrado mantenerse en el poder a lo largo de 16 años, encontraremos pifias políticas, auspiciadas desde un sistema democrático con muchas debilidades de origen. El mismo Chávez es el producto de un vacío de liderazgo creado por la constitución de 1961, que contraviniendo el principio de una alternabilidad democrática bien entendida, permitía la reelección presidencial después de 2 periodos constitucionales. Fue así como de 1989 al 1998 resultaron reelectos dos expresidentes en la tercera edad que condujo al surgimiento, como alternativa a una Miss Universo,  de un “outsider”, militar golpista dejado en la impunidad ante la frustración de la sociedad civil, al cerrársele el paso a los líderes políticos emergentes. Hay que rescatar el principio de la alternabilidad democrática por periodos de gobierno que no excedan más de 8 años, en elecciones definidas por mayoría simple, apoyadas por más del 50% de los votos.

La segunda causa de la promoción institucional  del populismo son los partidos de masas, populistas por definición, tan arraigados en nuestra democracia. Así vemos como, después de llegar al poder, Chávez se propuso con éxito,  defenestrar a los viejos partidos políticos de masas (AD y Copei), por una copia mejorada y corregida de tales prácticas como es el PSUV, con el objeto de convertir a Venezuela en un país comunista al estilo cubano.  Es por ello que los partidos tradicionales, o para el caso, los nuevos que copien el modelo de partidos de masas, no podrán nunca superar las tácticas populistas, donde la referencia histórica es y seguirá siendo el chavismo. Una nueva constitución debe impedir las prácticas que conducen al clientelismo político dentro de los partidos, promoviendo partidos modernos como instituciones éticas conectados a la sociedad civil, pero sin secuestrar su libertad de conciencia.

La centralización pasa a convertirse en el medio más eficaz para atraer a caudillos populistas en sus anhelos totalitarios. A pesar de proponer una descentralización chucuta en la constitución del 99, promovida por el propio Chávez, éste ha sido el caudillo populista más centralizador del último siglo, mucho más que Juan Vicente Gómez cuando, las regiones ejercían más autonomía por las dificultades de la época en las comunicaciones entre Caracas y la provincia. Para ejemplo basta con señalar el Táchira, cuando la sociedad civil de esa época levantó capital social y construyó un ferrocarril de 83 Km para exportar café, sin requerir un centavo del gobierno central. Trate Ud. hoy, de construir unos metros de vía férrea sin la autorización y financiamiento del gobierno central. La transformación estructural del estado debe pasar por establecer la autarquía de poderes verdaderamente descentralizados en regiones y municipios del país. Es preferible correr el riesgo de tener alguno que otro populista entre 600 líderes regionales, (municipios y regiones dentro de una descentralización bien concebida), a uno como Chávez, desde el gobierno central.

Por último, si observamos la relación que aún persiste entre los llamados líderes políticos de hoy y la sociedad civil venezolana, notamos como más y mejor oposición en contra del chavismo proviene de la sociedad civil, representada por una clase media con una cultura democrática bien asentada, que aquella ofrecida desde la  frágil oposición ejercida desde los partidos tradicionales, “centralizados” en la MUD. El concepto de descentralización tiene que ser asumido como una política de Estado por parte de líderes conectados a la sociedad civil de cada región del país. Este concepto, tan básico, no parece que sea bien interpretado por los líderes actuales y por los partidos concentrados en la MUD. La sociedad civil desea ser ella, la que mediante primarias en todo el país, seleccione sus candidatos  a elecciones, como las del 6-D y no por los llamados consensos de cogollos, centralizados en la MUD. Que diferente luciría el panorama electoral actual de  haber sido así, reduciendo la disidencia opositora y los márgenes de tracalería del CNE. Nuestros líderes opositores tienen que evolucionar para deponer sus ambiciones ante una sociedad que desea servidores públicos y no más caudillos populistas. Este concepto, de definir los campos de acción de la sociedad civil como actor y protagonista político, debe constituirse en la esencia de una nueva constitución.

Estamos claros que la única alternativa válida para dar un paso adelante en la transformación del país es votando el 6-D por la unidad representada en la MUD, por cuanto sería la primera elección donde el PSUV  cuenta con un respaldo popular reducido a una minoría “escuálida” que según encuestas, hoy no supera el 25% de las intenciones de voto. Una victoria marcaría el principio del fin del chavismo y nos abriría las posibilidades ciertas de convocar a la constituyente anti populista de reconciliación nacional. Se hace mandatorio  rescatar el valor y el respeto a una constitución auspiciada, no por un líder o un partido en particular, sino generada desde las bases de la sociedad civil, concebida en debates abiertos en todo el país, para iniciar la construcción de la Venezuela libre y democratica con la que todos soñamos.
    
    EDUARDO COLMENARES F. - SEPT. 2015.

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