El populismo, ejercido
como práctica de gobierno, es la deformación más dañina que corrompe y mina las
estructuras de una democracia auténtica. Las raíces del populismo están
ancladas en la pobreza material y política de masas que son manipuladas impunemente por caudillos
improvisados, sin escrúpulos, que venden su alma al diablo con tal de acceder
al poder. El populismo solo es posible en sistemas de gobierno donde no existe
el equilibrio entre sociedad civil-partidos políticos-Estado. Se engendra desde
sociedades civiles con poca cultura política, más acentuada en las clases con
pobreza extrema y aquellas de riqueza ostentosa. Estos desequilibrios han sido
promovidos históricamente desde estados excesivamente centralizados, en
democracias con partidos de masas, con una interpretación deformada de la alternabilidad
democrática y bajo el desconocimiento del papel primordial de una sociedad
civil, política y económicamente activada. En el fondo es un problema
estructural avalado dentro de constituciones imperfectas, con sociedades
civiles sumisas que conducen a distorsionar la voluntad popular expresada mediante el voto
consiente, suplantándolo por un voto forzado basado en promesas proselitistas. En esos casos las
constituciones, irrespetadas y ultrajadas, son utilizadas como señuelos con ropaje democrático, cuando terminan
por socavar el principio de la alternabilidad democrática, implementando la
reelección indefinida. Si a esa práctica le añadimos el ventajismo que otorga
el poder del estado, se convierte en una perversión, aprovechada por caudillos
populistas para tomar el control de todos los poderes del Estado, para desde
ahí, imponer su totalitarismo autoritario; tal como sucedió en nuestro país con
Hugo Chávez Frías.
Si observamos las circunstancias que dieron origen a Chávez
y cómo el chavismo ha logrado mantenerse en el poder a lo largo de 16 años,
encontraremos pifias políticas, auspiciadas desde un sistema democrático con
muchas debilidades de origen. El mismo Chávez es el producto de un vacío de
liderazgo creado por la constitución de 1961, que contraviniendo el principio
de una alternabilidad democrática bien entendida, permitía la reelección
presidencial después de 2 periodos constitucionales. Fue así como de 1989 al
1998 resultaron reelectos dos expresidentes en la tercera edad que condujo al
surgimiento, como alternativa a una Miss Universo, de un “outsider”, militar golpista dejado en
la impunidad ante la frustración de la sociedad civil, al cerrársele el paso a
los líderes políticos emergentes. Hay que rescatar el principio de la
alternabilidad democrática por periodos de gobierno que no excedan más de 8
años, en elecciones definidas por mayoría simple, apoyadas por más del 50% de
los votos.
La segunda causa de la
promoción institucional del populismo
son los partidos de masas, populistas por definición, tan arraigados en nuestra
democracia. Así vemos como, después de llegar al poder, Chávez se propuso con
éxito, defenestrar a los viejos partidos
políticos de masas (AD y Copei), por una copia mejorada y corregida de tales prácticas
como es el PSUV, con el objeto de convertir a Venezuela en un país comunista al
estilo cubano. Es por ello que los
partidos tradicionales, o para el caso, los nuevos que copien el modelo de
partidos de masas, no podrán nunca superar las tácticas populistas, donde la
referencia histórica es y seguirá siendo el chavismo. Una nueva constitución
debe impedir las prácticas que conducen al clientelismo político dentro de los
partidos, promoviendo partidos modernos como instituciones éticas conectados a
la sociedad civil, pero sin secuestrar su libertad de conciencia.
La centralización pasa a convertirse
en el medio más eficaz para atraer a caudillos populistas en sus anhelos totalitarios.
A pesar de proponer una descentralización chucuta en la constitución del 99, promovida
por el propio Chávez, éste ha sido el caudillo populista más centralizador del
último siglo, mucho más que Juan Vicente Gómez cuando, las regiones ejercían más
autonomía por las dificultades de la época en las comunicaciones entre Caracas
y la provincia. Para ejemplo basta con señalar el Táchira, cuando la sociedad
civil de esa época levantó capital social y construyó un ferrocarril de 83 Km
para exportar café, sin requerir un centavo del gobierno central. Trate Ud. hoy,
de construir unos metros de vía férrea sin la autorización y financiamiento del
gobierno central. La transformación estructural del estado debe pasar por
establecer la autarquía de poderes verdaderamente descentralizados en regiones
y municipios del país. Es preferible correr el riesgo de tener alguno que otro
populista entre 600 líderes regionales, (municipios y regiones dentro de una
descentralización bien concebida), a uno como Chávez, desde el gobierno
central.
Por último, si observamos
la relación que aún persiste entre los llamados líderes políticos de hoy y la sociedad civil venezolana, notamos como más y mejor
oposición en contra del chavismo proviene de la sociedad civil, representada
por una clase media con una cultura democrática bien asentada, que aquella
ofrecida desde la frágil oposición
ejercida desde los partidos tradicionales, “centralizados” en la MUD. El
concepto de descentralización tiene que ser asumido como una política de Estado
por parte de líderes conectados a la sociedad civil de cada región del país.
Este concepto, tan básico, no parece que sea bien interpretado por los líderes
actuales y por los partidos concentrados en la MUD. La sociedad civil desea ser
ella, la que mediante primarias en todo el país, seleccione sus candidatos a elecciones, como las del 6-D y no por los llamados
consensos de cogollos, centralizados en la MUD. Que diferente luciría el
panorama electoral actual de haber sido
así, reduciendo la disidencia opositora y los márgenes de tracalería del CNE.
Nuestros líderes opositores tienen que evolucionar para deponer sus ambiciones
ante una sociedad que desea servidores públicos y no más caudillos populistas. Este
concepto, de definir los campos de acción de la sociedad civil como actor y
protagonista político, debe constituirse en la esencia de una nueva
constitución.
Estamos claros que la
única alternativa válida para dar un paso adelante en la transformación del
país es votando el 6-D por la unidad representada en la MUD, por cuanto sería
la primera elección donde el PSUV cuenta
con un respaldo popular reducido a una minoría “escuálida” que según encuestas,
hoy no supera el 25% de las intenciones de voto. Una victoria marcaría el
principio del fin del chavismo y nos abriría las posibilidades ciertas de
convocar a la constituyente anti populista de reconciliación nacional. Se hace
mandatorio rescatar el valor y el
respeto a una constitución auspiciada, no por un líder o un partido en
particular, sino generada desde las bases de la sociedad civil, concebida en
debates abiertos en todo el país, para iniciar la construcción de la Venezuela
libre y democratica con la que todos soñamos.
EDUARDO COLMENARES F. - SEPT. 2015.
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