Fueron tiempos mágicos. La voluntad del pueblo no esperó
más. Su grito colectivo ensordeció a los cañones y segundo a segundo, en cortos
minutos, las horas y los días pasaron como raudos caminantes de la historia.
¡Cayó la dictadura! Millones de venezolanos, alborozados, bendecían su regreso
a la libertad. Fue el 23 de enero de 1958. De la Cárcel Modelo de Caracas, de la
Penitenciaría General de San Juan de los Morros y de un largo exilio en Cuba,
México, Costa Rica y Colombia, salté a
“la gloria” para ubicarme en San Cristóbal y, tras los buenos oficios de
inolvidables tachirenses –Gregorio González Lovera, principalmente; “Jota Jota”
Mora, Erasmo José Pérez y Gilberto Belmonte, entre otros— monté un programa de
radio, en Ecos del Torbes, el cual titulé “Pulso de América”.
Me di a conocer a
los “gochos” de aquella generación y comencé a hablar de sus deseos y
aspiraciones, generalmente insatisfechos todavía. 58 años después, porque Dios
lo ha querido así, vuelvo a inquietarme por los problemas del Táchira y abro
esta columna, en un diario vertical, cuya fundación conocí, en la primera línea
de los acontecimientos de entonces.
No importa el tiempo pasado. Bautizo esta crónica con una de
las frases que convalidó la Revolución Francesa, en “La Marsellesa” y pienso
que todos los días siempre son iguales al primero, cuando uno inscribe su fe en
un ideal, no sujeto a limitaciones sectarias. Porque creo que todos los que
hemos vivido dentro de estas fronteras, en estas cumbres andinas, por las que
inició su gesta inmortal nuestro inolvidable Libertador –“la campaña
admirable”-- seguimos estando en deuda
con su pueblo y le debemos un esfuerzo final. Trataré de intentarlo, con la
misma devoción que me acompañó la primera vez que hablé a los tachirenses, a
través de las ondas hertzianas.
Sé que tengo ante mí, otro Táchira. Ya no es el mismo de
entonces, cuando en el mercado de La Concordia se “apilaban” los peces
capturados en los ríos descendientes de la cordillera; en el London Bar se
reunían los aficionados al tango y como no había televisión, la gente acudía,
en las noches, todos los días de la semana, a los locales de los partidos
políticos –Acción Democrática y Copei--
a informarse en propiedad sobre los avances de la nueva era democrática,
tras la caída de la dictadura. Ha pasado más de medio siglo y hasta los pueblos
del “interior” se han transformado. No sólo San Cristóbal es ya una urbe, sino
que La Fría, Colón, Lobatera, Michelena, La Grita, Palmira, Táriba y Cordero,
San Antonio y Ureña, Pregonero, Queniquea, San José de Bolívar, El Cobre,
Capacho, Rubio y Delicias, son comunidades de alta apariencia citadina, a las
cuales hay que volver.
Pero, ¿hay desarrollo autónomo, propio y moderno, hoy por
hoy, en el Táchira? ¿Podemos “sacudirnos” la esclavitud presupuestaria del
curioso “situado constitucional” con las que no ata Caracas a su voluntad?
¿Producimos, mercadeamos y exportamos, para generar nuestras propias rentas,
interna y externa? ¿Estamos con marcas y patentes propias, con nuestros
emprendimientos más avanzados, en el mercado latinoamericano? ¿En el mercado
mundial? ¿Abrimos y cerramos nuestras fronteras a conveniencia, sin que del
“Centro” venga la orden? ¿Disponemos de los recursos básicos para actualizar
nuestra propia infraestructura, con propósito industrial? ¿Podemos responder
estas preguntas?
Pienso en un grupo que no debe perderse de vista, sin
distingos políticos ni ideológicos. El movimiento denominado “Proyecto País”, el cual es conducido por un
sólido cuartel de sabios tachirenses, de dilatada trayectoria académica, entre
cuyos nombres recuerdo, como para muestra a Enrique Colmenares Finol. Y el de otro
quien le acompaña, en su trasiego nacional, buen amigo y excelente promotor de
ideas novedosas: Luis “Balo” Farías,
también dirigente del mismo acertado grupo, que habla de un nuevo Táchira
posible.
El Táchira tiene que procurar su autonomía y tiene que
trabajar, para crecer y desarrollarse, con abierto ímpetu competitivo. Le
sobran recursos naturales, materias primas y recursos humanos de primer orden.
Tiene una vigorosa e imbatible juventud, la cual ya probó su capacidad para el
combate. Los jóvenes de 18 años, más los que ya frisan los 35, componen,
indudablemente, la nueva sociedad del milenio y es a ellos, preferentemente, a
quienes dirigiremos nuestros consejos. Somos muchos los
que, en la distancia, podemos ayudar. Abramos juntos las puertas del futuro y
veamos al Táchira imponerse ante el mundo. Hagámoslo ya.
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