Por Luis Manuel Aguana
Nunca como ahora los venezolanos estamos padeciendo lo que es capaz de
hacer un Presidente de la Republica en nuestro país. Sus atribuciones le dan un
poder más allá de lo imaginable para influir en la vida y muerte de los
venezolanos. Y cuando quien conduce los destinos de todos solo tiene la
capacidad para manejar un autobús, entonces el problema reviste una importancia
trascendental, al punto que es mandatorio revisar el alcance de lo que en el
futuro sea capaz de hacer quien ocupe ese puesto, a la luz de un nuevo
ordenamiento jurídico y constitucional.
¿Cómo es posible que por la decisión de UNA SOLA PERSONA se cierre la
frontera económicamente mas activa de Latinoamérica,
afectando la vida de millones de personas? ¿No creen ustedes que una decisión como
esa debería estar en manos de un Congreso a dos Cámaras en sesión conjunta,
luego de la discusión profunda de sus implicaciones políticas, económicas,
sociales e internacionales?
Ya es hora que los venezolanos empecemos seriamente a reflexionar
hasta donde ha llegado la locura, con independencia de que se pueda o no estar
de acuerdo con un proceso Constituyente. Nadie a estas alturas puede estar en desacuerdo
que el país está completamente descuadernado y es inviable. Ya la necesidad de
repensarlo y reconstruirlo no está en discusión. Lo que se debiera estar discutiendo
ahora es la manera en que lo haremos. En el Proyecto País Venezuela (http://proyectopaisviaconstituyente.blogspot.com/)
explicamos cómo, proponiendo el camino para lograrlo.
Es por esa razón que a estas alturas los venezolanos deben haber
arribado a dos importantes conclusiones
bastante obvias: a) No puede seguir siendo posible que para ser Presidente de
la República sea suficiente ser venezolano, mayor de 30 años, sin otra
nacionalidad, de estado seglar y no estar sometido a condena definitivamente
firme. Por ese hueco se coló alguien sin ninguna preparación; y b) Si para
ocupar el cargo más bajo en cualquier organización,
se exige un nivel educativo de acuerdo a la posición que se aspira y la
experiencia asociada (y en todos los casos un examen médico y psicológico), imagínense
ustedes que requisitos le debemos solicitar a la persona que conducirá los
destinos del país, y que tiene el poder de afectar decisivamente nuestra vida.
En este sentido, mi propuesta es que elevemos el nivel de los
requisitos y, adicionalmente a lo exigido en la Constitución, el candidato a
Presidente tenga AL MENOS un título universitario, preferiblemente con
postgrado, con una experiencia laboral de no menos de 20 años, en cualquier
rama del conocimiento. Así habrá trabajado en algo el tiempo suficiente para
entender lo que significa ganarse la vida y el impacto de eso en la vida de
otros. No puede compararse la madurez de una persona que no haya tenido esa
experiencia con la de cualquier persona que resulte electa por su sola simpatía.
Creo que la previsión constitucional hecha hace más de 50 años que se ajustaba
a los políticos del momento, debe ajustarse a las exigencias y complejidades de
los nuevos tiempos.
Ya es hora que Venezuela empiece a hacer uso del extraordinario
capital humano que posee y que la dirigencia política se preocupe para
conseguir la educación necesaria para conducir el país. En este mundo
globalizado NO ES SUFICIENTE para los políticos tener buenas intenciones sino
que además estén preparados para
entender los procesos que están ocurriendo, por lo que se hace imperativo que
quienes tengan la responsabilidad de manejar los asuntos del Estado tengan la
preparación necesaria para enfrentarlos.
Aquí no estamos discriminando a nadie para acceder a esa posición
privilegiada. Aquel que aspire a ser Presidente de la República, además de ser
un político experimentado debe ser capaz de entender y darse a entender en
asuntos muy complejos, y eso definitivamente requiere de una educación de nivel,
independientemente de su ideología política. Hace falta lo político pero en
estos tiempos eso no basta.
Algunos me dirán, “ya esos políticos contratan asesores expertos”.
Para nada sirven los expertos si quienes toman las decisiones no son capaces de
comprender la importancia de lo que se les
plantea por falta de experiencia y educación.
Al ejercer el Presidente de la República “el mando supremo de la
Fuerza Armada Nacional” (Articulo 236, aparte 6 de la Constitución) se le está
dando a UNA SOLA PERSONA el poder de poner en estado de sitio a un territorio y
aterrorizar a sus habitantes tal y como lo está haciendo el Ilegitimo en el
Estado Táchira en este preciso momento, donde los militares están tratando a
esa población como los nazis trataron a los judíos en la II Guerra Mundial en
la Europa sitiada, marcando las casas y extraditando sin formula de juicio a
quien no le consiguen una cédula de identidad.
Al darle al Presidente la potestad de “declarar Estados de Excepción y
decretar la restricción de garantías” (Artículo 236 aparte 7 de la Constitución)
se está poniendo en las manos de UNA SOLA PERSONA la capacidad de violar
masivamente nuestros derechos humanos en el momento que le de la gana, ya que
posee el poder de decidir como quiera que es una excepción y que no lo es, como
en efecto está ocurriendo en la frontera con Colombia.
¿Cómo puede tener UNA SOLA
PERSONA el poder de disolver la Asamblea Nacional? (Artículo 236 aparte 21 de
la Constitución) ¿Es que los votos del Presidente de la República valen más que
los de los 167 Diputados electos por los ciudadanos en cada Estado? ¿Cómo puede
estar en manos de UNA SOLA PERSONA la “administración de la Hacienda Pública Nacional”
(Artículo 236 aparte 11 de la Constitución),- los reales de todos nosotros-,
sin que esta se vuelva loca y los reparta y se los robe él y su círculo
cercano, como se ha hecho en estos últimos 16 años? Nadie puede tener tal poder
absoluto sin que se corrompa absolutamente. Y todo eso está en “la mejor
constitución del mundo”, fetiche coreado por la misma oposición complaciente
que quiere su turno en la “administración” de la fiesta.
El alcance de lo que puede hacer un Presidente de la República en
Venezuela debe ser examinado a fondo en una Asamblea Nacional Constituyente que
deberemos convocar nosotros, los venezolanos para cambiar esta barbaridad. Los
Poderes del Presidente deben ser reducidos a una expresión controlable por un
Parlamento de dos Cámaras, dejando las materias que nos afectan a todos los
venezolanos en manos de nuestros legítimos representantes. Solo así podremos en
el futuro elegir a un Presidente, no a un Dictador.
Caracas,
24 de Agosto de 2015
Email: luismanuel.aguana@gmail.com
Twitter:@laguana
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