“Parece que los pueblos gustan de peligros, y cuando no los
tienen, los inventan”
S.Zweig
Formato del Futuro…
Es necesario que cese la pugna verbal en Venezuela . Se ha
convertido en un recurso inútil, dramático e inconveniente. Se ha apoderado del
espacio necesario para el debate y ha pasado a ser un motivo para el odio.
Válido entre supuestos derechistas y autodenominados izquierdistas,
llamados a conciliar opiniones y procurar soluciones, pero decididamente
ganados a la idea de no entenderse. Terriblemente negativo entre gobernantes y
opositores. Causa para que el gobierno deje de ocuparse de gobernar
y la oposición de velar por la urgencia de aportar ideas que permitan construir
soluciones. Las partes que confrontan, sencillamente, ahora sólo optan
por lo más fácil y cómodo: engendrar ataques despiadados dentro de los mismos
bandos.
La ciudadanía afectada considera lo acertado: eso es pura
diatriba ideológica o intereses personalistas y mezquinos que sólo
sucede en los países más atrasados. También en aquellos radicalmente
pobres, en donde las diferencias de clases sociales son dramáticas y
existe una mayoría de la población sumida en pobreza crítica o extrema,
versus un pequeño porcentaje con abundante riqueza.
Esas mayorías en extrema pobreza son las mismas en todas partes:
siempre son fácilmente engañadas con falsas promesas y envenenados
con la eterna consigna de que sus penurias son provocadas por el sector
productivo; jamás por los errores en los que incurren los gobernantes de
turno. Ellos, mientras tanto, pregonan una y otra vez la eterna consigna
de que "ser rico es malo", aunque sin precisar a quién se
refieren.
Son, desde luego, los mismos que, a mediano plazo, logran
diezmar el tejido productor del país, a la vez que provocan una estampida
de ciudadanos generadores de empleo y de riqueza con su esfuerzo. Poco
les importa a dichos propagadores de falsas teorías, tesis o lemas
propagandísticos que sus compatriotas se vean obligados a emigrar, en procura
de condiciones para conquistar bienestar y seguridad, a la vez que dejan al
resto del país entre hambre y miseria.
Su objetivo es el poder y el control del mismo. No el de
servir. Si acaso, el de reactivar, cuantas veces sea necesario, los mensajes
dirigidos a bombardear a los administrados con ilusiones y promesas
de hechos y obras que nunca verán. Después de todo, lo oculto es el obvio
objetivo: esclavizar esa masa indefensa; condicionarla a la dependencia,
primordialmente de alimentos y de medicinas, a la par de una dosis de
terror, de miedo y hambre, configurando la tripleta satánica de
dominación.
En este mundo, en el que la revolución tecnológica y de las
comunicaciones mundiales están al alcance del dedo humano, y en el que el
consejero Google, Facebook, Twitter y tantos otros nunca fallan, ni las
noticias gozan de escondites seguros, por supuesto, ni tales engaños tienen
cabida.
Lo ideológico, sencillamente, es cosa del pasado. Hoy los
problemas, las causas y consecuencias en Venezuela son las que cada
venezolano siente y vive: hambre, escasez, producción en reversa, inseguridad y
malestar; pobre calidad de vida. Y cambiar esa percepción, definitivamente,
tampoco es posible cerrando medios de comunicación social; enjuiciando a
periodistas; devolviendo a los comunicadores que vienen del exterior.
Las excusas de los enemigos de la patria, de la guerra
económica, de la inflación inducida o las amenazas y sanciones del Imperio,
además de las “electroiguanas”, los viveros y gallineros verticales o la
Venezuela potencia, entre tantas de las muchas causas formuladas, ya no gozan
del mínimo interés entre los ciudadanos. Inclusive, la mayoría de los
venezolanos no las toma en serio; tampoco las considera digna de la mínima
atención.
Según las encuestas profesionales que se realizan en el país,
más del 80 % de la población quiere un cambio de rumbo. Apoya la idea de que se
establezca un nuevo Proyecto Político apuntalado por un modelo económico que
saque al país del ostracismo, del empobrecimiento. Definitivamente, hombres y
mujeres quieren y apuestan por una conducción que garantice la consecución de
un desarrollo integral. Asimismo, fuera del territorio nacional los
países vecinos, las organizaciones de naciones a nivel mundial y las naciones
democráticas, individualmente, critican la situación de violación permanente de
derechos humanos; también de las normas constitucionales. Desde luego, que
Venezuela no pueda salir de esa condición social y humana, es condenar a una
población de más de 30 millones de ciudadanos a mantenerse en su proyección
actual: componentes de un país en ruina; arruinado por su propio liderazgo
político en funciones de gobierno.
El tiempo sigue su marcha inclemente. Nunca se detiene. La
desesperación y angustia ciudadana es cada día mayor. El régimen está
equivocado en su conducción; más en su convicción de que puede continuar
dirigiendo al país hacia lo indecible, sin tener que asumir el costo político
que le corresponde por su error administrativo. Con 20 años de timonel al
frente de un barco a la deriva, y negándose a admitir que esa es la verdad que
no puede ocultarse, ni anula la verdad ni demuestra capacidad para conquistar un
puerto seguro.
La expresión ciudadana opositora, mientras tanto, imita a
quien quiere sustituir: en los errores; en la negación a aprender de los
mismos; a aceptar que en política sólo son posibles los resultados
satisfactorios, cuando se comprenden las realidades y se diseñan estrategias
para el trabajo organizado en beneficio de la ciudadanía; de los grupos o
grupitos que se dice representar o liderar.
¿Pueden Venezuela y los venezolanos seguir confiando en
una rectoría opositora que sólo da pasos en falso, porque el
factor unitario no termina de convertirse en la añorada fuerza hegemónica
capaz de validar poder inconmovible inspirado en un auténtico sentimiento
democrático?.
El ejemplo o muestra del último desencuentro electoral y su posterior
evaluación, definitivamente, ha terminado convirtiéndose en un hecho patético.
Se insiste en no admitir una derrota política. Es que también, como en baile de
pueblo, todo termina en una contienda entre guapetones y guapetonas, sacando a
relucir sillas rotas, frases destempladas, altanerías adornadas por
muchachadas, amén de una multivariedad de razonamientos distinguidos por la
inmadurez propia de quienes no reparan en la importancia de la prudencia, la
inteligencia y la visión plena de a qué se está apostando.
Lo importante no es sólo participar y competir, cuando las
circunstancias así lo plantean. Es no hacerlo sin cuantificar y calificar
previamente fortalezas, posibilidades y debilidades. El uso del barniz verbal
de ser y sentirse mayoría sin serlo realmente, se tradujo en la totalidad de
las derrotas electorales que se les infringieron a los demócratas en la primera
etapa de los ya 20 años de lucha y más lucha. ¿ Y es que esa lección tampoco
fue aprendida?.
La vigente Constitución de la República Bolivariana mantiene una
alternativa para pacificar y sacar el país de esta situación y en paz. Lo
expone en su Artículo 71. El reza lo siguiente: Las
materias de especial trascendencia nacional, podrán ser sometidas a referendo
consultivo por iniciativa del Presidente de la República en Consejo de
Ministros, por acuerdo de la Asamblea Nacional, aprobado por el voto de la
mayoría de sus integrantes; o a solicitud de un número no menor del diez por
ciento de los electores inscritos en el Registro Civil y Electoral.
Allí se plantea textualmente que, más allá de lo sucedido, sin
restarle importancia y valor referencial al serio episodio de lo descrito
para no continuar reincidiendo en equívocos, con tan sólo captar la firma del
10 % de los ciudadanos dando su aprobación, se puede lograr la convocatoria a
una Asamblea Nacional Constituyente Originaria, LEGITIMA, con sus bases
Constituyentes aprobadas por los Ciudadanos. Así se lograría la
reconciliación y el cambio para Venezuela.
Esto se puede alcanzar de la misma manera que sucedió con la
consulta ciudadana del 16 de julio de este año. Entonces, casi 8 millones de
ciudadanos respondieron lo que representa mucho más del 10 % que exige la
Constitución en su Artículo 71 y sin contar para entonces con la intervención
del Consejo Nacional Electoral. Sí se puede. Y llegar hasta allí, equivale a,
finalmente, dejar sin efecto las diatribas y el odio que hoy, lamentablemente,
anula esperanzas, sepulta sueños y sigue justificando migrantes y migraciones
hacia cualquier parte del mundo.
Egildo
Luján Nava
Coordinador
Nacional de Independientes Por el Progreso (IPP)