lunes, 30 de octubre de 2017

SI HAY VOLUNTAD, HAY SOLUCIÓN



“Parece que los pueblos gustan de peligros, y cuando no los tienen, los inventan”
S.Zweig

Formato  del Futuro… 

Es necesario que cese la pugna verbal en Venezuela . Se ha convertido en un recurso inútil, dramático e inconveniente. Se ha apoderado del espacio necesario para el debate y ha pasado a ser un motivo para el odio. Válido entre supuestos derechistas  y autodenominados izquierdistas, llamados a conciliar opiniones y procurar soluciones, pero decididamente ganados a la idea de no entenderse. Terriblemente negativo entre gobernantes y opositores. Causa  para  que el gobierno deje de ocuparse de gobernar y la oposición de velar por la urgencia de aportar ideas que permitan construir soluciones. Las partes que confrontan, sencillamente, ahora sólo  optan por lo más fácil y cómodo: engendrar ataques despiadados dentro de los mismos bandos. 

La ciudadanía afectada considera lo acertado: eso es pura diatriba  ideológica o intereses personalistas y  mezquinos que sólo sucede  en los países más atrasados. También en aquellos radicalmente pobres, en  donde las diferencias de clases sociales son dramáticas y existe una mayoría de la población sumida en pobreza crítica o extrema,  versus un pequeño porcentaje con abundante riqueza.

Esas mayorías en extrema pobreza son las mismas en todas partes: siempre  son fácilmente engañadas con falsas promesas y envenenados con la eterna consigna de que sus penurias son provocadas por el sector productivo; jamás por los errores en los que incurren  los gobernantes de turno. Ellos, mientras tanto,  pregonan una y otra vez la eterna consigna de que  "ser rico es malo", aunque sin precisar a quién se refieren.

Son, desde luego, los mismos que, a mediano plazo, logran  diezmar el tejido productor del país, a la vez que provocan una estampida de ciudadanos generadores de empleo y de riqueza con su esfuerzo.  Poco les importa a dichos propagadores de falsas teorías, tesis o lemas propagandísticos que sus compatriotas se vean obligados a emigrar, en procura de condiciones para conquistar bienestar y seguridad, a la vez que dejan al resto del país entre hambre y miseria.

Su objetivo es el poder  y el control del mismo. No el de servir. Si acaso, el de reactivar, cuantas veces sea necesario, los mensajes dirigidos a  bombardear a los administrados  con ilusiones y promesas de hechos y obras que nunca verán.  Después de todo, lo oculto es el obvio objetivo: esclavizar esa masa indefensa; condicionarla a la dependencia, primordialmente de alimentos y de medicinas, a la par  de una dosis de terror, de miedo y hambre, configurando la tripleta  satánica de dominación.

En este mundo, en el que la revolución tecnológica y de las comunicaciones mundiales  están al alcance del dedo humano, y en el que el consejero Google, Facebook, Twitter y tantos otros nunca fallan, ni las  noticias gozan de escondites seguros, por supuesto, ni tales engaños tienen cabida.

Lo ideológico, sencillamente,  es cosa del pasado. Hoy los problemas, las causas y consecuencias en Venezuela  son las que cada venezolano siente y vive: hambre, escasez, producción en reversa, inseguridad y malestar; pobre calidad de vida. Y cambiar esa percepción, definitivamente, tampoco es posible cerrando medios de comunicación social;  enjuiciando a periodistas; devolviendo a los comunicadores que vienen del exterior.

Las excusas de los enemigos de la patria, de la guerra económica, de la inflación inducida o las amenazas y sanciones del Imperio, además de las “electroiguanas”, los viveros y gallineros verticales o la Venezuela potencia, entre tantas de las muchas causas formuladas, ya no gozan del mínimo interés entre los ciudadanos. Inclusive, la mayoría de los venezolanos no las toma en serio; tampoco las considera digna de la mínima atención.

Según las encuestas profesionales que se realizan en el país, más del 80 % de la población quiere un cambio de rumbo. Apoya la idea de que se establezca un nuevo Proyecto Político apuntalado por un modelo económico que saque al país del ostracismo, del empobrecimiento. Definitivamente, hombres y mujeres quieren y apuestan por una conducción que garantice la consecución de un desarrollo integral. Asimismo, fuera del territorio nacional  los países vecinos, las organizaciones de naciones a nivel mundial y las naciones democráticas, individualmente, critican la situación de violación permanente de derechos humanos; también de las normas constitucionales. Desde luego, que Venezuela no pueda salir de esa condición social y humana, es condenar a una población de más de 30 millones de ciudadanos a mantenerse en su proyección actual: componentes de un país en ruina; arruinado por su propio liderazgo político en funciones de gobierno.

El tiempo sigue su marcha inclemente. Nunca se detiene. La desesperación y angustia ciudadana es cada día mayor. El régimen está equivocado en su conducción; más en su convicción de que puede continuar dirigiendo al país hacia lo indecible, sin tener que asumir el costo político que le corresponde por su error administrativo. Con 20 años de timonel al frente de un barco a la deriva, y negándose a admitir que esa es la verdad que no puede ocultarse, ni anula la verdad ni demuestra capacidad para conquistar un puerto seguro.

La expresión ciudadana  opositora, mientras tanto, imita a quien quiere  sustituir: en los errores; en la negación a aprender de los mismos; a aceptar que en política sólo son posibles  los resultados satisfactorios, cuando se comprenden las realidades y se diseñan estrategias para el trabajo organizado en beneficio de la ciudadanía; de los grupos o grupitos que se dice representar o liderar.

¿Pueden Venezuela y los venezolanos seguir confiando en una  rectoría opositora   que sólo da pasos en falso, porque el factor unitario no termina de convertirse en la añorada  fuerza hegemónica capaz de validar poder inconmovible inspirado en un auténtico sentimiento democrático?.  

El ejemplo o muestra del último desencuentro electoral y su posterior evaluación, definitivamente, ha terminado convirtiéndose en un hecho patético. Se insiste en no admitir una derrota política. Es que también, como en baile de pueblo, todo termina en una contienda entre guapetones y guapetonas, sacando a relucir sillas rotas, frases destempladas, altanerías adornadas por muchachadas, amén de una multivariedad de razonamientos distinguidos por la inmadurez propia de quienes no reparan en la importancia de la prudencia, la inteligencia y la visión plena de a qué se está apostando. 

Lo importante no es sólo participar y competir, cuando las circunstancias así lo plantean. Es no hacerlo sin cuantificar y calificar previamente fortalezas, posibilidades y debilidades. El uso del barniz verbal de ser y sentirse mayoría sin serlo realmente, se tradujo en la totalidad de las derrotas electorales que se les infringieron a los demócratas en la primera etapa de los ya 20 años de lucha y más lucha. ¿ Y es que esa lección tampoco fue aprendida?.

La vigente Constitución de la República Bolivariana mantiene una alternativa para pacificar y sacar el país de esta situación y en paz. Lo expone en su  Artículo 71. El reza lo siguiente:  Las materias de especial trascendencia nacional, podrán ser sometidas a referendo consultivo por iniciativa del Presidente de la República en Consejo de Ministros, por acuerdo de la Asamblea Nacional, aprobado por el voto de la mayoría de sus integrantes; o a solicitud de un número no menor del diez por ciento de los electores inscritos en el Registro Civil y Electoral.

Allí se plantea textualmente que, más allá de lo sucedido, sin restarle importancia y valor referencial  al serio episodio de lo descrito para no continuar reincidiendo en equívocos, con tan sólo captar la firma del 10 % de los ciudadanos dando su aprobación, se puede lograr la convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente Originaria, LEGITIMA, con sus bases Constituyentes aprobadas por los Ciudadanos.  Así se lograría la reconciliación y el cambio para Venezuela.

Esto se puede alcanzar de la misma manera que sucedió con la consulta ciudadana del 16 de julio de este año. Entonces, casi 8 millones de ciudadanos respondieron  lo que representa mucho más del 10 % que exige la Constitución en su Artículo 71 y sin contar para entonces con la intervención del Consejo Nacional Electoral. Sí se puede. Y llegar hasta allí, equivale a, finalmente, dejar sin efecto las diatribas y el odio que hoy, lamentablemente, anula esperanzas, sepulta sueños y sigue justificando migrantes y migraciones hacia cualquier parte del mundo.
Egildo Luján Nava
Coordinador Nacional de Independientes Por el Progreso (IPP)

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