lunes, 16 de octubre de 2017

HIPERINFLACIÓN Y HAMBRE A FUTURO

"En la heroica Venezuela, sus acontecimientos han sido tan rápidos y sus devastaciones tales, que casi la han reducido a una absoluta indigencia y a una soledad espantosa”
                                                                                                                               SIMÓN BOLÍVAR "Carta de Jamaica"
Formato del Futuro…
  
En sus pronósticos económicos, la OEA, la CEPAL, la FAO y otros organismos internacionales  señalan, en proyección, cómo terminarán en su cierre económico en términos porcentuales  para el año 2017 cada uno de los países de América del Sur. Y para los venezolanos, es lamentable que el único que muestra un cierre negativo con menos 4 puntos sea Venezuela.   Y, adicionalmente, que   las proyecciones para el año 2018 destaquen que la inflación venezolana se ubicará por encima del dos mil por ciento, es decir, el doble de la de este año 2017 y, una vez más, la más elevada del mundo.

Adicionalmente, que los Bancos y las compañías de seguro seguirán acumulando pérdidas, al continuar operando con tasas de interés negativas, mientras puedan aguantarlas entre costos en alza permanente, y un entorno político cada vez más complicado.

Los vencimientos de la deuda externa para el próximo año exceden en $ 4.000 millones a las de este año. La producción petrolera, que  ha venido comportándose  en franca caída y deterioro durante los últimos dos años, de igual manera, no ofrece alternativas para soportar dicha situación. El Gobierno no lo dice, pero desde la Opep hasta la Agencia Internacional de Energía, destacan que el país  ha  reducido la producción petrolera de 2 millones trescientos mil a un millón  ochocientos mil barriles diarios.

Por su parte, las proyecciones de los organismos gremiales venezolanos como   la Industria, el  Comercio y los Servicios, además de los  Agropecuarios, destacan que los resultados previstos para el 2018, llaman a serias reflexiones. Porque   avizoran  un continuo descenso en su producción y  desempeño sectorial. Para ellos, es inevitable que siga incontenible el ya añejo proceso de seguir bajando santamarías y el éxodo de mano de obra calificada desde el campo hacia las ciudades, en procura de condiciones de sobrevivencia individual y familiar.

En resumen, los niveles de producción en todos los rubros alimenticios ya son predecibles, seguirán cayendo, porque no se está haciendo lo debido para cambiar dicho comportamiento. Y en cuanto al caso del petróleo, todo va a depender de cuánto están dispuestos los chinos y los rusos para que se incremente la producción, y que los acuerdos gobierno a gobierno se orienten hacia allí.

Si no mejoran los ingresos y los vencimientos de pagos avanzan por la imposibilidad de su renegociación, a la vez que se hacen sentir con su peso específico las sanciones adoptadas  por los Estados Unidos, el impago puede hacerse presente y obligar a formalizar nuevos acuerdos. Hay quienes creen que renegociar en esas condiciones, puede ser más costoso para el país, pero le permite programar sus pagos a futuro. No obstante, eso no impide la presencia de la gravedad del hecho, además de tener que convivir con el mismo y su peso en el flujo de caja de la nación.

Es inevitable, por otra parte, que en un ambiente signado por dichas características, al sector privado le corresponda asumir parte importante del peor de los costos : el de una mayor indisponibilidad de divisas para que se pueda incrementar la producción de alimentos, medicinas, gasolina, repuestos y equipos entre otros tantos, a la vez que el Ejecutivo asume un mayor control en la posibilidad de conducirlo todo, dadas las características del Gobierno, y su ya conocido empeño en hacerlo a su gusto directamente, apelando al argumento de que es la única manera confiable de  hacer uso eficiente de las divisas disponibles.

Por su parte, a la ciudadanía, al ciudadano de a pie, entre el incremento incontenible de los precios y la imposibilidad de acceder a dichos bienes por sus propias limitaciones en la capacidad de compra, le corresponderá seguir perdiendo peso corporal; continuar registrando drásticamente la falta de comida, la violencia  del hambre; disputándose el reprobable derecho a hurgar en la basura, peleando por ella para satisfacer una necesidad humana, consagrada como derecho en la aún vigente Constitución de la República Bolivariana de Venezuela. Y como colofón del duro cuadro humano y social, las clínicas y los hospitales continuarán con la ya conocida escasez de medicamentos, y sin saber cómo impedir que  la mortalidad  se mantenga en un aumento incontenible.

Venezuela, con unas instalaciones industriales apropiadas para producir cada año más de 250.000 unidades  automotrices, hoy exhibe un parque automotor que cada día luce menor, pequeño.  La flota de vehículos particulares y la de transporte, especialmente  las de transporte público, se aprecian agobiadas. No hay cómo reemplazarlas, ni tampoco repararlas. Los cauchos y los repuestos se hicieron incomprables. De ahí que ya no sorprenda que, por diferentes partes del país, se vean camiones de carga transportando pasajeros como si fueran ganado, montados en los camiones de barandas, o en los conocidos como ganaderos o perreras.

Este lamentable y triste panorama es real. No es cuento.  Y cualquier pulpero con libreta en mano, puede dar fe del mismo; presentar constancia palpable y abofeteante de lo que quedó de la otrora Venezuela de los ingresos petroleros abundantes.

Dirigentes políticos  al frente de la administración del Estado, como de quienes afirman ser opositores, tienen que aceptar  que el país marcha por un  mal camino. Que se salió de los cauces de  la formalidad administrativa y productiva, para concluir ante una realidad que exige cambios de visión del país, de determinación de rumbo y  reformulación integral de la Nación.

Los cambios que necesita Venezuela y por los que clama su ciudadanía, implican revisiones estructurales  y adecuaciones reales en favor de un futuro que demanda apego, trabajo y amor patrio.  Desarrollarlo desde afuera, desde la provincia, hacia el Centro. Caracas es apenas una pequeña porción del país. A Venezuela, hay que  descentralizarla con autonomía regional. Hay que superar el presidencialismo en la historia, olvidarse del populismo y superar la adoración enfermiza del caudillismo

Sí se puede cambiar el rumbo venezolano. Y eso comienza por afianzar el sentido de pertenencia, desarrollar autoestima colectiva, ofreciéndole respuestas reales y sinceras a una mayoritaria población que, históricamente, ha sido utilizada en la eterna distribución de esperanzas, a cambio de seguimiento y de la garantía de la distribución de una riqueza que no se produce. Hay que producir riqueza a partir del trabajo bien concebido y gerenciado. Y construir soluciones verdaderas en beneficio de las actuales y futuras generaciones, la mayoría de las cuales cargan hoy con el peso de una culpa y el costo de un fracaso, aun no siendo responsables de lo que hoy se vive y se siente. 

Múltiples análisis sobre el presente venezolano perfilan salidas ajenas a lo que respalda la población, y que decenas de países rechazan, porque aún abrigan la esperanza de que en Venezuela se produzcan soluciones no violentas. Las ambiciones personales, definitivamente, no pueden continuar  siendo la bujía y la brújula de quienes ofrecen opciones, pero que se resisten a no hacer de la política el instrumento apropiado para ir a la  conquista de las soluciones.

En Latinoamérica, diversos países han definido y conducido sus cambios transitando el doloroso proceso de la muerte de miles de sus amigos, vecinos, compatriotas, a la vez que confiaron que esa evolución era posible entre el  odio y la revancha, a cambio de más odio y venganza. Y Venezuela no puede ni debe incurrir en ese equívoco.

Varios de esos países, es verdad,  se reencontraron con nuevas formas de vida, trabajo y producción, pero su liderazgo asumió que llegar hasta allí, implicaba desprendimiento, sacrificio y dedicación a promover dicho cambio. No a tratar de alcanzarlo, para luego usufructuarlo construyendo más y nuevos engaños.

Bastaría con comparar los balances de las economías de los países del Continente, con los que hoy muestra Venezuela a finales del 2017 y que proyecta para 2018, para identificar naciones triunfadoras, gracias a lo que hizo posible  una dirigencia política y un liderazgo productor y productivo, dispuesto a dedicarse a su país y a los suyos.
Egildo Luján Nava
Coordinador Nacional de Independientes Por el Progreso (IPP)

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