"En la heroica Venezuela, sus acontecimientos han sido tan
rápidos y sus devastaciones tales, que casi la han reducido a una absoluta
indigencia y a una soledad espantosa”
SIMÓN BOLÍVAR "Carta de Jamaica"
SIMÓN BOLÍVAR "Carta de Jamaica"
Formato del Futuro…
En sus pronósticos económicos, la OEA, la CEPAL, la FAO y otros organismos internacionales señalan, en proyección, cómo terminarán en su cierre económico en términos porcentuales para el año 2017 cada uno de los países de América del Sur. Y para los venezolanos, es lamentable que el único que muestra un cierre negativo con menos 4 puntos sea Venezuela. Y, adicionalmente, que las proyecciones para el año 2018 destaquen que la inflación venezolana se ubicará por encima del dos mil por ciento, es decir, el doble de la de este año 2017 y, una vez más, la más elevada del mundo.
Adicionalmente, que los Bancos y las compañías de seguro seguirán
acumulando pérdidas, al continuar operando con tasas de interés negativas,
mientras puedan aguantarlas entre costos en alza permanente, y un entorno
político cada vez más complicado.
Los vencimientos de la deuda externa para el próximo año exceden
en $ 4.000 millones a las de este año. La producción petrolera, que ha
venido comportándose en franca caída y deterioro durante los últimos dos
años, de igual manera, no ofrece alternativas para soportar dicha situación. El
Gobierno no lo dice, pero desde la Opep hasta la Agencia Internacional de
Energía, destacan que el país ha reducido la producción petrolera
de 2 millones trescientos mil a un millón ochocientos mil barriles
diarios.
Por su parte, las proyecciones de los organismos gremiales
venezolanos como la Industria, el Comercio y los Servicios, además
de los Agropecuarios, destacan que los resultados previstos para el 2018,
llaman a serias reflexiones. Porque avizoran un continuo
descenso en su producción y desempeño sectorial. Para ellos, es
inevitable que siga incontenible el ya añejo proceso de seguir bajando
santamarías y el éxodo de mano de obra calificada desde el campo hacia las
ciudades, en procura de condiciones de sobrevivencia individual y familiar.
En resumen, los niveles de producción en todos los rubros
alimenticios ya son predecibles, seguirán cayendo, porque no se está haciendo
lo debido para cambiar dicho comportamiento. Y en cuanto al caso del petróleo, todo
va a depender de cuánto están dispuestos los chinos y los rusos para que se
incremente la producción, y que los acuerdos gobierno a gobierno se orienten
hacia allí.
Si no mejoran los ingresos y los vencimientos de pagos avanzan por
la imposibilidad de su renegociación, a la vez que se hacen sentir con su peso
específico las sanciones adoptadas por los Estados Unidos, el impago
puede hacerse presente y obligar a formalizar nuevos acuerdos. Hay quienes
creen que renegociar en esas condiciones, puede ser más costoso para el país,
pero le permite programar sus pagos a futuro. No obstante, eso no impide la
presencia de la gravedad del hecho, además de tener que convivir con el mismo y
su peso en el flujo de caja de la nación.
Es inevitable, por otra parte, que en un ambiente signado por
dichas características, al sector privado le corresponda asumir parte
importante del peor de los costos : el de una mayor indisponibilidad de divisas
para que se pueda incrementar la producción de alimentos, medicinas, gasolina,
repuestos y equipos entre otros tantos, a la vez que el Ejecutivo asume un
mayor control en la posibilidad de conducirlo todo, dadas las características
del Gobierno, y su ya conocido empeño en hacerlo a su gusto directamente,
apelando al argumento de que es la única manera confiable de hacer uso
eficiente de las divisas disponibles.
Por su parte, a la ciudadanía, al ciudadano de a pie, entre el
incremento incontenible de los precios y la imposibilidad de acceder a dichos
bienes por sus propias limitaciones en la capacidad de compra, le corresponderá
seguir perdiendo peso corporal; continuar registrando drásticamente la falta de
comida, la violencia del hambre; disputándose el reprobable derecho a
hurgar en la basura, peleando por ella para satisfacer una necesidad humana,
consagrada como derecho en la aún vigente Constitución de la República
Bolivariana de Venezuela. Y como colofón del duro cuadro humano y social, las
clínicas y los hospitales continuarán con la ya conocida escasez de medicamentos,
y sin saber cómo impedir que la mortalidad se mantenga en un
aumento incontenible.
Venezuela, con unas instalaciones industriales apropiadas para
producir cada año más de 250.000 unidades automotrices, hoy exhibe un
parque automotor que cada día luce menor, pequeño. La flota de vehículos
particulares y la de transporte, especialmente las de transporte público,
se aprecian agobiadas. No hay cómo reemplazarlas, ni tampoco repararlas. Los
cauchos y los repuestos se hicieron incomprables. De ahí que ya no sorprenda
que, por diferentes partes del país, se vean camiones de carga transportando
pasajeros como si fueran ganado, montados en los camiones de barandas, o en los
conocidos como ganaderos o perreras.
Este lamentable y triste panorama es real. No es cuento. Y
cualquier pulpero con libreta en mano, puede dar fe del mismo; presentar
constancia palpable y abofeteante de lo que quedó de la otrora Venezuela de los
ingresos petroleros abundantes.
Dirigentes políticos al frente
de la administración del Estado, como de quienes afirman ser
opositores, tienen que aceptar que el país marcha por un mal
camino. Que se salió de los cauces de la formalidad administrativa y
productiva, para concluir ante una realidad que exige cambios de visión del
país, de determinación de rumbo y reformulación integral de la Nación.
Los cambios que necesita Venezuela y por los que clama su
ciudadanía, implican revisiones estructurales y adecuaciones reales en
favor de un futuro que demanda apego, trabajo y amor patrio.
Desarrollarlo desde afuera, desde la provincia, hacia el Centro. Caracas es
apenas una pequeña porción del país. A Venezuela, hay que
descentralizarla con autonomía regional. Hay que superar el presidencialismo en
la historia, olvidarse del populismo y superar la adoración enfermiza del
caudillismo
Sí se puede cambiar el rumbo venezolano. Y eso comienza por
afianzar el sentido de pertenencia, desarrollar autoestima colectiva,
ofreciéndole respuestas reales y sinceras a una mayoritaria población que, históricamente,
ha sido utilizada en la eterna distribución de esperanzas, a cambio de
seguimiento y de la garantía de la distribución de una riqueza que no se
produce. Hay que producir riqueza a partir del trabajo bien concebido y
gerenciado. Y construir soluciones verdaderas en beneficio de las actuales y
futuras generaciones, la mayoría de las cuales cargan hoy con el peso de una
culpa y el costo de un fracaso, aun no siendo responsables de lo que hoy se
vive y se siente.
Múltiples análisis sobre el presente venezolano perfilan salidas
ajenas a lo que respalda la población, y que decenas de países rechazan, porque
aún abrigan la esperanza de que en Venezuela se produzcan soluciones no
violentas. Las ambiciones personales, definitivamente, no pueden continuar
siendo la bujía y la brújula de quienes ofrecen opciones, pero que se
resisten a no hacer de la política el instrumento apropiado para ir a la
conquista de las soluciones.
En Latinoamérica, diversos países han definido y conducido sus
cambios transitando el doloroso proceso de la muerte de miles de sus amigos,
vecinos, compatriotas, a la vez que confiaron que esa evolución era posible
entre el odio y la revancha, a cambio de más odio y venganza. Y Venezuela
no puede ni debe incurrir en ese equívoco.
Varios de esos países, es verdad, se reencontraron con
nuevas formas de vida, trabajo y producción, pero su liderazgo asumió que
llegar hasta allí, implicaba desprendimiento, sacrificio y dedicación a
promover dicho cambio. No a tratar de alcanzarlo, para luego usufructuarlo
construyendo más y nuevos engaños.
Bastaría con comparar los balances de las economías de los países
del Continente, con los que hoy muestra Venezuela a finales del 2017 y que
proyecta para 2018, para identificar naciones triunfadoras, gracias a lo que
hizo posible una dirigencia política y un liderazgo productor y
productivo, dispuesto a dedicarse a su país y a los suyos.
Egildo
Luján Nava
Coordinador
Nacional de Independientes Por el Progreso (IPP)
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