lunes, 29 de diciembre de 2014

¿PORQUE UNA CONSTITUYENTE? (IV) IMPROVISACIÓN DEL LIDERAZGO POLITICO

Siempre he creído que mientras  existan conceptos claros las decisiones son fáciles y las rutas para lograr objetivos se despejan. En política, como en todo, hay que estar conceptualmente claro para fijar estrategias que realmente permitan establecer rutas que nos conduzcan en la dirección correcta. Pero como todo, para estar conceptualmente claro, hay que dejar de improvisar y hacer un ejercicio RACIONAL de aprendizaje e investigación que considere factores tales como la historia, la condiciones locales y lo que sucede en el mundo de hoy; en otras palabras, quienes somos, de dónde venimos y hacia donde queremos ir. En Venezuela la dirigencia política se ha quedado estancada en el tiempo. Mientras el mundo avanza y evoluciona en todos los sentidos, incluyendo el político, nosotros nos encontramos anclados en el pasado, con dirigentes que no saben, ni entienden, el significado de la sociedad civil como esencia y fundamento de la democracia moderna. Dirigentes políticos que todavía hoy siguen discurriendo sobre ideologías como panaceas para dar solución a nuestros problemas sociales y que terminan engendrando más pobreza y desigualdad. Que definen sus objetivos en función de obtener, como trofeo,  algún pedazo del poder político desde un estado centralizado todopoderoso, que se respaldan en partidos de masas, especialistas en formar  ciudadanos empobrecidos, sumergidos en la mediocridad para crearles dependencia de la renta del estado.  Políticos y líderes que conceptualmente no han sabido resolver la ecuación, sociedad civil – estado - partidos. Se improvisa tanto como considerar, hasta años recientes, que los abogados se graduaban de “Doctores en Ciencias Políticas”,  mientras que en nuestras escuelas no se enseña ni un solo concepto en ciencias públicas que nos permita crecer como ciudadanos. Esta improvisación, hoy ha llegado a tal punto, que aun después de casi 70 años de democracia, se engendró un caudillo  como HCF que ha desquiciado al país de tal forma que nos encontramos rezagados en los últimos lugares de desarrollo en el mundo, a pesar de poseer un recurso humano con un mestizaje increíble, sin prejuicios raciales, culturales o religiosos y contando con incalculables recursos naturales, entre ellos, una de las mayores reservas energéticas del planeta.
 
La improvisación comienza por confundir y desconocer los conceptos básicos de cómo funciona políticamente una sociedad civil. Nuestros políticos creen que cuando las masas poseen muy poca cultura política, o cuando se cree que éstas no saben lo que quieren, tienen que ser acaudillados por seres superiores verdaderos engendros galácticos de virtudes, cuasi dioses del Olimpo. Nunca se han  informado que aun en caso de sociedades con poca cultura política, éstas no pueden ser conducidas a mostrar sumisión  a un caudillo, puesto que sumisión significa, precisamente, la destrucción del concepto de sociedad civil para convertirla en una sociedad de borregos, alejándose así del papel primordial de constituirse en el balance ético en el ejercicio de la política.  Se puede esperar que las sociedades civiles con poca cultura política puedan estar dispersas en algunos de los conceptos políticos que los llevan a interpretar las nociones de cómo alcanzar el bienestar social, pero hoy está bien claro que nadie puede están por encima de ellas para asumir ese papel en su representación. O como expresa Jurgen Habermas (¿cuantos de nuestros políticos saben de su existencia?), “Ninguna autoridad colectiva limita el ámbito individual de enjuiciamiento, nadie mediatiza la competencia enjuiciadora de cada individuo”.  

La improvisación se acentúa al no entender que de acuerdo al concepto expresado en el párrafo anterior, el liderazgo político consiste precisamente en crear un vínculo de acción comunicativa con la sociedad civil para interpretar sus necesidades y guiarla en su papel de rector moral, para conducirla como líderes y servidores públicos.   

La improvisación toma visos transcendentales cuando las ambiciones de nuestros políticos históricamente se han formado bajo la idea que, entre mayor sea el poder y la centralización del Estado, mayores serán los beneficios para ellos y sus gobernados. Y así generan tales ambigüedades como creer que para hacer justicia social deben ocupar todos los espacios de emprendimiento porque las iniciativas individuales, realizadas desde la sociedad civil, están condenadas a favorecer a unos pocos que en algún momento desafiaran y cuestionaran ese poder. Olvidan que el Estado debe tener como prioridad la justicia, la educación, la salud y los servicios públicos. Ambigüedades tales como dejar totalmente indefinidas las áreas de competencia, a los niveles de autoridades nacionales o regionales, para mantener desinformada a la opinión pública. O “sistemas para hacer justicia burocratizados” que conceden “autoridad” a seres sin instrucción para que definan “penalidades” porque los ciudadanos (presuntos culpables) no presenten evidencias para probar su inocencia.

Pero que más improvisación que los sistemas de defensa de la soberanía territorial por fuerzas armadas que consume ingentes recursos para conformar castas de una sociedad militar aburguesada que casi siempre termina convertida en una amenaza a los valores cívicos de una democracia pluralista moderna. Históricamente nunca hemos sido amenazados por enemigos externos, salvo algunas escaramuzas aisladas y nunca, a Dios gracias, ha habido una guerra con un enemigo externo. Pero son sobrados los casos de personajes del alto grado militar quienes crean obstáculos para el desarrollo de una sociedad democrática moderna, auspiciados por su mente militarista, colmo de la improvisación política. Hoy existen casos de naciones con alto grado de desarrollo donde el rol de la defensa de la soberanía territorial ha sido replanteado como una responsabilidad de los ciudadanos bajo conceptos modernos. Ejemplo de esas naciones son Japón, Alemania, Suiza y Costa Rica en nuestra América Latina. 

Los venezolanos debemos hacer un examen de nuestra conciencia política y determinar si  debemos continuar bajo tanta improvisación, la cual ha sido la causante de encontrarnos hoy sumidos en el desconcierto. Repensar una república moderna, conducida por nosotros los ciudadanos, con líderes políticos bien formados, como servidores públicos, y no como caza recompensas del erario público, es una realidad histórica. Y pronto llegará el momento en que la crisis actual hará mella en el estómago de los más pobres y exigiremos un cambio de rumbo. O comenzamos la tarea, largamente pospuesta, de reconstituimos bajo una sociedad moderna liderada por la sociedad civil o seguimos como estamos, corriendo el grave riesgo de quedarnos rezagados en la historia, esperando por un nuevo caudillo redentor con un título de Doctor, o una cachucha militar, o lo que es peor, un izquierdista resentido.

EDUARDO COLMENARES F.- DICIEMBRE 2014.        

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